*Los pasillos laberínticos del Teatro Netzahualcóyotl, edificado durante el porfiriato, llevan a cuadros y esculturas, además a historias de las obras y artistas que se han presentado
Inés Tabal G.
Tlacotalpan, Ver.- Un edificio neoclásico de estilo francés sobresale de entre las pequeñas casas de colores y techado de teja que predominan en “La Perla del Papaloapan”.
Sus arcos de medio punto engalanan la fachada y entrada principal del Teatro Netzahualcóyotl. Los tonos sobrios color crema y toques de madera oscura en sus puertas, invitan a los turistas a desviarse de su camino para husmear un poco en su interior.
A un lado de la puerta se alcanza a leer: “Después de cualquier desastre, la cultura permanece, salva y define”, este imponente lugar no solo es símbolo del arte que llena al pequeño pueblo, sino la insignia de reconstrucción de Tlacotalpan, después de la devastadora inundación del 2010 que casi acaba con el Coloso del Sotavento.
Pero ni un huracán de categoría tres pudo acabar con más de un siglo de historia que comenzó luego de que los habitantes solicitaran al entonces presidente, Porfirio Díaz, su construcción, con la finalidad de que la pequeña ciudad tuviera un espacio propio para las actividades culturales.
En la época porfiriana el municipio tlacotalpeño era considerado uno de los puertos importantes del estado y el quinto lugar más relevante en la economía de Veracruz.
El arquitecto responsable de esta obra fue Ángel Anguiano. El inmueble arquitectónico comenzó su edificación en 1887 y terminó en 1991, fue en ese mismo año que se presentó la primera zarzuela en la región llamada “El anillo de hierro.
En su interior, un niño cuida la entrada, su nombre es Carlos, y es la tercera generación de su familia que resguarda el inmueble; primero fue su abuelo quien ya se jubiló, después le siguió su mamá y él en temporada de vacaciones la ayuda a vigilar el sitio.
“Mi abuelo tiene más de 50 años que trabajaba aquí, pero ya se jubiló, después siguió mi mamá”, dice el menor. En su interior permanecen muebles de madera que regresan al siglo 19 y una escultura Nezahualcóyotl, considerado el mayor poeta de su tiempo.
Sus pasillos laberínticos y tenebrosos, llenos de cuadros y esculturas, guardan además de historias de las obras y artistas que se han presentado, leyendas de terror de entes que se aparece en su interior, aunque Carlos dice que él nunca ha visto nada.
El coloso se divide en cuatro pisos donde se distribuyen sus asientos; no obstante, el último está deshabilitado. Cada nivel tiene una sala de espera donde predominan los muebles de madera y terciopelo rojo.
Las luces cálidas que iluminan cada espacio, hacen contraste con todo el estilo del sitio. En el centro del escenario cuelgan desde lo más alto las cortinas rojas que se abren cada que inicia una nueva obras u evento artístico.